Cuando Pedro de Alvarado inicio la conocida “Matanza del Patio del Templo Mayor” en el corazón de Tenochtitlan, la capital del Imperio Mexica, alegó que actuó como respuesta a los sacrificios humanos que se iban a realizar viéndolos como unos actos viles e inhumanos. Sin duda Don Pedro no tuvo reparos en sacar su espada e “impartir justicia” a mandobles, pagando sangre con sangre.
Juzgarlo como héroe o villano no es mi objetivo aquí, tan sólo me gustaría rescatar a este personaje histórico de las garras del tiempo y transportarlo hasta nuestros días para que ejerza otra vez de juez. Si esto pudiera ser posible, mi pregunta sería: ¿qué haría este fiero conquistador en nuestros tiempos? Es verdad que no se están ofreciendo corazones y vísceras humanas a los dioses, sin embargo, nuestros sacerdotes (es decir, nuestros gobernantes) nos despiertan cada mañana realizando sacrificios sociales en nombre de nuestro dios particular los Mercados. Estos sacrificios sociales llevan a sacrificios humanos de una u otra manera. Si se recorta en educación, se sacrifica la vida de las futuras generaciones; si se recorta en sanidad la ofrenda es más inmediata; las reformas laborales condenan a muchas familias a la pobreza y la miseria; las reformas en el código penal nos llevan a la impunidad de la fuerza de autoridad y a la criminalización de la protesta pacífica haciendo más difícil una alternativa no violenta…
Debido a que el señor de Alvarado no podrá venir por motivos de salud, debemos ser nosotros, de una manera sutil, al igual que los sacrificios de nuestra era, los que acabemos con este Dios y sus lacayos. Hemos iniciado el camino pero aquí no puede quedar la cosa (una de los mejores mecanismos del capitalismo es saber convertir a los enemigos en aliados comercializando su rebeldía). No nos dejemos llevar por el sistema, tenemos que derribar para construir después pero antes tenemos que tener los planos del nuevo edificio. Somos muchos, debemos crear.
Ellos ya crearon, ya tienen una teoría que llevar a cabo, en los años desenfrenados de Reagan y Thatcher y de la Perestroika de Gorbachov un economista llamado Williamson creó lo que se llamaría el Consenso de Washington en donde se resumen los 10 puntos a seguir para alcanzar la utopía neoliberal:
– Disciplina fiscal: Limitar el déficit fiscal de manera estricta (políticas de déficit cero).
– Prioridades en el gasto público: Redirigir el gasto de áreas menos productivas – subsidios (becas, pensiones, apoyos a familias…) y gastos de administración – hacia áreas con “mayor retorno económico y potencialidad para mejorar la distribución del ingreso”.
– Reforma en los impuestos: Reconocer una ciudadanía de primera para quienes pagan impuestos, aunque debería rebajarse lo que se imputa a las rentas (ampliar la base imponible y moderar los tipos marginales).
– Liberalización financiera: El precio del dinero (el tipo de interés) en cada país debe quedar regulado por el mercado internacional, no por el Estado. Si hay que devaluar la moneda estatal para ganar competitividad se hace.
– Tipos de cambio: Deben ser tipos competitivos que induzcan a la exportación de productos no tradicionales.
– Liberalización del comercio: No hay que imponer cuotas a las importaciones ni exportaciones, sino tarifas y en todo caso, cada vez más bajas.
– Inversión extranjera directa: Total apertura a la inversión extranjera. Toda inversión en el país es beneficiosa ya que puede aportar capital y tecnología. Si tienen que proponer mecanismos para incentivarla como el cambio de deuda externa por inversiones extranjeras.
– Privatización: La gestión privada es más eficiente que la pública.
– Desregulación: Deben abolirse aquellas regularizaciones que impiden la entrada de nuevas empresas transnacionales, restrinjan la competencia o la salida de beneficios, controlen los precios, limiten el despido, concedan créditos discriminatoriamente o impongan impuestos demasiado altos sobre la renta empresarial… Las que queden deben regular la seguridad del libre mercado.
– Derechos de propiedad: Asegurar los derechos de propiedad sin excesivo coste.
Esta es su utopía, donde no haya fronteras económicas pero si humanas, donde el rendimiento económico absorba todo rastro del rendimiento social y deje a cada individuo a merced de sus posibilidades generando desigualdad a la vez que desprecio y odio entre ricos y pobres, desvirtuando el significado de la palabra comunidad. Han convertido el sacrificio de muchos en la utopía de unos pocos.
Lo único positivo que observo de esta situación absurda es el hecho de que alguien está consiguiendo su utopía, es verdad que es una utopía dramática al más puro estilo orweliano pero al fin y al cabo es una utopía. Por lo tanto si planteamos un sistema ¿Por qué no podemos alcanzar la nuestra? Luchemos por ello.